Radiestesia

Se llama "radiestesia" o "el arte de sentir las radiaciones". El término no nos suena familiar, pero hubo un tiempo en que esta facultad que rige nuestro bienestar y calidad de vida era innata en todos los seres humanos. Con el tiempo, hemos ido perdiendo la capacidad, y esta habilidad quedó reducida a los profesionales que la practican a fin de detectar alteraciones nocivas y ubicar a las personas en los lugares más saludables.

Si bien es una disciplina diferente del feng shui, tienen un lejano parentesco y ambas se complementan. El feng shui energiza los espacios y la radiestesia protege el cuerpo ; combinarlos es garantía de estar doblemente sanas y armonizadas.

¿Cómo funciona?

La Tierra es un planeta magnético donde se genera constantemente fricción, electricidad y descargas electromagnéticas que buscan una salida. Basta con prestar atención al movimiento sin tregua de las placas tectónicas para darse una ligera idea. En los años 50, en Alemania, el doctor Ernst Hartmann descubrió lo que hoy, en su honor, se llama red de Hartmann: un entramado formado por líneas de energía que emanan como columnas de 20 a 30 centímetros de ancho, a un metro y medio de distancia, aproximadamente, una de otra y que recorren el globo de Norte a Sur y de Este a Oeste.
Todos los seres vivos, estemos donde estemos, nos encontramos expuestos a ese paso de energía. Aunque no las veamos, como no vemos las señales de los satélites, del móvil o de la radio, como no vemos la fuerza de gravedad o la radiactividad, allí están, siempre. Y, lejos de ser nocivas, por su carga de iones negativos -también llamados "vitamina del aire"-, son las encargadas de alimentar nuestras células y nos dan vitalidad.

Sus efectos

Pero no todo es tan sencillo: cuando una línea horizontal choca con una línea vertical, lo que se genera son iones positivos perjudiciales. En estos puntos de cruce, llamados "geopatógenos", encontramos una intensidad de radiación tal que logra debilitar las células e influir en nuestro estado de salud físico o mental.

Si analizamos un mapa del mundo y hacemos trazos, vemos que todo el tiempo estamos en la ruta de estos cruces de iones y energías telúricas. Lo malo es la exposición prolongada que podría darse, por ejemplo, en tu dormitorio o en tu puesto de oficina. Dolores de cabeza recurrentes, fastidio, cansancio, nervios... Y ni idea de las causas... Quizá, el cruce pase justo por tu silla o tu escritorio. ¿Cuántas veces te encontraste instalada en un lugar en el que sentiste que había mala vibra? Es lo que podría estar ocurriéndote en la cama, en la que pasás nada menos que un tercio de tu tiempo.

Si estas líneas coinciden a la altura del estómago cada noche, durante ocho horas, esto podría derivar en problemas de digestión o en una gastritis que no se sabría a qué atribuir. El cuerpo se siente en cortocircuito, afectado por una situación eléctrica que ignoramos, pero seguramente no es beneficiosa. Cuando el cruce coincide con una vena de agua -ríos subterráneos o pequeños cauces que pasan por debajo de casa y que desconocemos- o con una falla geológica -grietas en la corteza terrestre-, los efectos negativos se potencian.

¿Cansada todo el día? ¿Dormís pero no descansás? ¿Sentís desgano?... En esta mitad del mundo -Occidente-, siempre nos costó creer en las cosas que no vemos, pero así como una señal de internet Wi-Fi puede darnos conexión en un lugar y cortarse si movemos la compu apenas 30 centímetros, con los puntos geopatógenos sucede lo mismo. 

A veces, la diferencia entre tener la cama en un sitio o correrla medio metro nos podría ahorrar más de un dolor o una noche de insomnio.

De:  La Nación

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